Estos días, la antorcha olímpica recorre medio mundo alardeando de olimpismo, chop suey de gambas y budas felices. Un recorrido nada amable, a tenor de la bronca que se está liando por el boicot que en todo el mundo se ha promovido en contra del régimen chino, donde las libertades están bajo sospecha.
Hace años estuve en China y aquel país, sencillamente, me maravilló. Cierto es que ves miseria, control político, silencios..pero íbamos de turistas y la grandeza de la Gran Muralla, la Ciudad Prohibida o los guerreros de Xian nos cautivaron.
Está bien que se promuevan boicots a países que no respetan los derechos más elementales de la persona..¿para cuándo un boicot a EEUU que aún conserva la pena de muerte como una de sus señas de identidad? O tantos otros países, claro está. No deja de tener un tinte un tanto extraño este boicot, aunque defiendo, reclamo y apoyo la reivindicación del Tibet.
En la era en la que nos invaden los bazares chinos (de dónde sacan para semejantes locales?…¿ya venden para vivir la cuadri que se mueve por los pasillos?) y gustamos de ir a los restaurantes a pedir arroz tres delicias, Xiao mai y ternera con salsa de ostras..no sé qué pensar de ese boicot un tanto teledirigido por quienes tanto tienen que callar. Y callan, tristemente. Que los chinos dejen a los tibetanos en paz (¿sólo hay monjes allí?) que los chinos puedan decir lo que piensan líbremente, incluso delante de un tanque en Tiannanmen y que quien esté libre de pecado en todo el mundo..que tire la primera piedra.
Y como prueba de amor chino…un remanso de paz de esos que pueblan los restaurantes orientales. Cosas de los bazares…
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