Lo reconozco, me pone. Me pone estar escuchando todos los días a nuestros políticos decir por activa y por pasiva que somos pioneros en algo. Pioneros en tal, en cual..y cómo no, pioneros en la creación de una red de bidegorris (o carriles bici) que es la envidia de todo holandés que se precie.
Aunque todavía existe el debate sobre si se han hecho estos caminos porque había muchas bicis o si éstas han aparecido como consecuencia de tanto asfalto colorado, lo cierto es que cada vez se antoja más apetecible aparcar el coche de marras y ponerse a pedalear como locos en los desplazamientos por la ciudad. Sobre todo cuando uno se encuentra atascado en plena calle y sufre espasmos de ansiedad al ignorar el motivo del caos. Bueno, el consuelo es que no lo sabe uno, ni la Guardia Municipal ni el concejal del ramo. Ya se sabe, mal de muchos..
El empecinamiento de unos cuantos hizo posible en su día que la red de bidegorris se apropiara hasta del Paseo de La Concha. Más de un aspaviento municipal y hasta amagos de harakiri electoral dieron paso a una vía que se ha convertido en columna vertebral del tráfico de dos ruedas y en escaparate de ciudad tranquila y saludable. Vamos, el Montmeló de la bici en Donosti. Chúpate esa.
Por ese bidegorri, orgullo de todos, transitan aspirantes al maillot amarillo en siete días, estudiantes con cara de Erasmus incluida, amas de casa, algún que otro jubilado y hasta políticos, que cada vez que asoma una campaña electoral se empeñan en hacer el ridículo haciéndonos creer que suben todos los días a los lagos de Enol. Nada, que no espabilan.
Ir en bici es apostar por una forma de habitar en la ciudad. También hay «cafres» que en cada acera disputan el premio de la regularidad y se abocan a un sprint absurdo que levanta ampollas y voces en contra, pero es injusto apuntar contra la mayoría de usuarios de un medio de transporte, sano, limpio y hasta moderno, por qué negarlo.
De Amara al Centro, de Gros al Antiguo, las Universidades..y pronto a través de un túnel a lo casa del terror que será rehabilitado como bidegorri si finalmente al departamento de turno del Gobierno Vasco se le despeja la niebla mental que arrastra. Vamos, que circular en bici por ese túnel iluminado y tal va a ser toda una experiencia religiosa, que diría el otro.
Donostia luce en la solapa con chulería su red de bidegorris, donde ha encontrado el Santo Grial de su movilidad urbana.
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