Es uno de los edificios emblemáticos de la ciudad. Décadas atrás fue un edificio de estilo neoclásico que protagonizó buena parte de la vida social y cultural de nuestros abuelos. Hoy es un moderno conjunto arquitectónico, obra del arquitecto navarro Rafael Moneo
El Gran Kursaal de San Sebastián fue un suntuso palacio inaugurado en 1921, en la tradición de los kursaales o casinos europeos. La palabra viene del alemán: Kur (cura) y Saal (sala). Es decir, Sala de Curas o balneario, edificios que acostumbraban a recoger otras funciones, como casino, salas de baile, etc.
El palacio se situó frente a la playa de Gros y junto a la desembocadura del río Urumea) en terrenos ganados al mar. Los promotores de la construcción tuvieron que construir entre otras obras un puente para unir el Kursaal con el centro de la ciudad. Este nuevo puente, oficialmente puente de la Zurriola, pero conocido popularmenente como puente del Kursaal se convirtió en una de las estampas más típicas de la ciudad por sus farolas con cuerpo esférico y una enorme linterna superior con la misma forma.
El Gran Kursaal incorporaba un casino de juego, un restaurante, salas de cine y diversas salas complementarias, así como un teatro con capacidad para 859 espectadores. El edificio sufrió numerosas vicisitudes durante sus 50 años de historia, especialmente debido a la prohibición del juego durante muchos años, por lo que se tuvo que dedicar a actividades menos lucrativas que las que se habían previsto inicialmente como el teatro, cine, etc.
Al ser un edificio de titularidad privada sus propietarios trataron de rentabilizar el privilegiado solar donde se ubicaba y en la década de los años 60 se iniciaron proyectos para derribar el edificio y construir otro edificio dedicado a otros fines; a pesar de que para entonces el Gran Kursaal era ya uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.
Con el derribo del Gran Kursaal en 1973, quedó libre un solar que se dio en llamar Solar K. Resultó especialmente llamativa la ausencia de cualquier tipo de estructura arquitectónica o de adecuación de un espacio situado en un lugar tan privilegiado de la ciudad durante más de 20 años.
Posteriormente, el Ayuntamiento convocó un concurso internacional, que se adjudicó el arquitecto navarro Rafael Moneo. Se ponía fin así a dos décadas de agujero en un lugar significativo y privilegiado de la ciudad. Poco a poco, las «dos rocas varadas» fueron tomando cuerpo.
Hoy en día parece casi imposible imaginarse la ciudad sin los cubos de Moneo, que recientemente han cumplido sus primeros diez años, caracterizados por la aceptación popular de cuantos eventos se programan, convirtiendo la instalación en un foco de actividad cultural y de congresos.
Dispone de dos cubos, uno que alberga el auditorio con capadidad para 1800 personas y el cubo pequeño o sala de cámara con 600 localidades. Además dispone de salas para conferencias, reuniones y comedor para congresos y diversos eventos. Pronto comenzará una etapa de ampliación a través del subsuelo para ganar nuevos espacios y seguir siendo uno de los motores de la economía local.