Supongo que no es fácil tomar una decisión con responsabilidad si ello supone cambiar de día una celebración o atrasar a otra ocasión la ilusión de miles de niños, pero lo de este año ha sido una clara demostración de que alguien tiene que hacerlo, que para eso le pagan. El caso es que este año, la Tamborrada Infantil ha vuelto a mojarse, a empaparse, a sufrir la climatología..y ya van dos años.
En mi particular crónica, por aquello de que mi responsabilidad es con los niños de un colegio, haré referencia a mis chicos. El día no era nada halagüeño, ni minutos antes, ni horas antes, ni días antes. Todos sabíamos que venía día malo y, quien más quien menos, todos confiábamos en un milagro del santo para que permitiera salir al desfile de los tamborreros txikis.
Los chavales iban llegando al colegio, escudados en los paraguas de los aitas, en la seguridad de lluvia cero de un coche..pero la toma de contacto con el día, era lluviosa, fría, ventosa. En los centros escolares, los responsables de la tamborrada apilaban los «ponchos» transparentes que a duras penas iban a mitigar lo que cayó más tarde.
Son momentos de espera, de tensión. ¿Qué pasará? ¿Se saldrá? Empiezan las consultas a los centros escolares. Se anuncian chubascos frecuentes hasta las cuatro de la tarde, frío y viento. Nosotros decimos que, ante esas condiciones, es mejor no salir y esperar a que el tiempo sea mejor el domingo que viene. Hay que esperar..Pocos minutos después, llega el mensaje al móvil: se sale. Los críos rompen a gritar, ellos no entienden de catarros, perjuicios materiales u otra consecuencia, solo quieren salir en su día
A toda prisa, se monta todo..plumas, correajes, tambores, banderas..y andando hacia el Ayuntamiento. Es una tradición en el colegio, con sus pros y sus contras. Pronto la lluvia nos devuelve a la cruda realidad. Como ya hiciéramos el año pasado, optamos por el refugio en la calle cubierta de la Fnac, donde aprovechamos para enfundar los ponchos a los críos.
Mientras esperamos que escampe, la previsión sigue siendo mala. Parece que para un poco y aprovechamos para terminar el recorrido hasta Alderdi Eder. Los txikis van a lo suyo con los gritos de guerra del colegio.
Llegamos a Alderdi Eder. Solo nosotros y un colegio más desafían al tiempo. Es impresionante. ¿Dónde están los demás? Por mandato, tenemos que estar una hora antes en el lugar y, pese a haber llegado diez minutos tarde, no hay nadie más.
La espera es un canto épico al aguante de estos chavales, que tienen que soportar hasta tres granizadas, lluvia, frío y viento solo cubiertos con un poncho de plástico. La indignación crece entre quienes les llevamos, que notamos también el frío y la humedad del día. ¿Quién entiende esto?
Poco a poco van llegando los colegios..empapados, embutidos en plástico..los responsables se preguntan quién ha decidido salir. Nosotros no, desde luego. Pero el «resultado de la encuesta» habla de 24 centros a favor, frente a 13 que hemos expresado nuestra decisión favorable a suspender. Pero ahí estamos todos, pese a las dudas de alguno de si seguir o no.
Al final, la vuelta ha sido más o menos seca..por lo menos para nosotros, no para muchos a los que les cayó lo que no está escrito. A los txikis del colegio les pilló llegando de nuevo al centro, por lo que volvieron a empaparse.
¿Qué tiene que pasar para que se suspenda un desfile de niños? ¿Un tsunami? Alguien, bajo su responsabilidad, debería dar explicaciones. A los niños, un aplauso enorme, inagotable, incansable, infinito. Sois grandes.
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