Corría el año 1882 cuando el arquitecto José de Goikoa, responsable de buena parte de las construcciones y ensanches tras el derribo de las murallas de la ciudad, diseñó el proyecto del mercado de San Martín, inspirándose para ello en Les Halles de Baiona.
Fue en 1884 cuando se abrió al público el primero de los pabellones del nuevo mercado de abastos, en la zona norte de la parcela. Cuentan las crónica que el resto del solar fue ocupado por una pequeña capilla que acogió a los fieles mientras se terminaba de construir la catedral del Buen Pastor.
La población donostiarra seguía creciendo al mismo tiempo que el ensanche de la ciudad y, por ello, se procedió a la construcción de un segundo pabellón, una nueva nave del mercado, que fue inaugurado veinte años después en 1904. El tercero, porque el mercado tuvo tres naves, se hizo realidad en 1907.
Como consecuencia de las ampliaciones, San Martín se convirtió en el mercado de abastos más importante de la ciudad. Por cierto, el nombre de San Martín hace referencia al barrio del mismo nombre que existió al pie del cerro de San Bartolomé. Parece ser que había una ermita dedicada al santo en la zona, con un hospital para enfermos de San Lázaro, y que dio la denominación al barrio, a la calle que atraviesa el centro de la ciudad y al mercado.
Recuerdo cuando era niño ir con mi madre a San Martín a hacer la compra. Siempre le gustó el mercado frente a las pequeñas tiendas del barrio. Recuerdo la nave de charcutería, la de carnicería y la de pescado, en una entreplanta, mientras la parte inferior la ocupaban los puestos de flores, ultramarinos y demás. En la zona central de las naves, las caseras ofrecían los productos de caserío a los clientes.
En el exterior del mercado, junto a las carretas en las que las caseras se acercaban diariamente a San Martín, se encontraban puestos de venta de antxoas, cuyas vendedoras limpiaban de espinas al tiempo que gritaban al respetable la calidad del producto. Qué tiempos!
La proliferación de supermercados y tiendas en los barrios metió al mercado en su mayor crisis de existencia. Estaba muy bien tener un gran mercado, pero la mayoría de sus puestos tuvieron que ir echando la persiana por la cada vez menor demanda. Así, los últimos años del mercado fueron de puestos vacíos y pocos clientes, los más fieles.
En esta calle, por cierto, se ve que la calle Urbieta era de subida al centro de la ciudad. Desde hace años, la dirección se cambió para ser uno de los ejes de salida de San Sebastián.
En 2003, el Ayuntamiento y los asentadores del mercado deciden de común acuerdo proceder a la reforma integral del edificio. Como suele pasar en estos casos, hubo división de opiniones, detractores y defensores. Eran dos modelos en solfa: el de un mercado de «los de toda la vida» entrado en decadencia y el de acometer una rehabilitación completa que diese paso a un nuevo centro comercial acorde a las nuevas demandas de la ciudad.
Hubo elementos del viejo edificio que se mantuvieron, como las vigas principales que se destinaron a los nuevos viveros municipales. El resto, cayó en manos de las excavadoras
Se aprovechó entonces para acometer la construcción de un aparcamiento subterráneo para atender la demanda de plazas en el centro de la ciudad. Mientras las obras de desarrollaban, los puestos tradicionales del mercado, especialmente los de productos agrícolas, se ubicaron en casetas de madera en la Plaza de Zaragoza. ¿Te acuerdas?
En 2005, el nuevo San Martín abría sus puertas a los donostiarras, generando una de las zonas comerciales más potentes de San Sebastián. Junto a las nuevas instalaciones y comercios de vanguardia, el mercado de abastos mantuvo su espacio, integrándose de forma modélica con los nuevos usos del complejo.
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