Es sin duda una gozada. El Museo de San Telmo ha terminado su larga fase de obras y estrena nueva imagen, nueva cara, nuevos espacios.
La espera ha merecido la pena porque el resultado es espectacular. Desde la amplia plaza de Zuloaga se accede al Museo a través del nuevo edificio, esa ampliación que se ha hecho arañando al monte Urgull parte de sus dominios y derribando algunos edificios adosados en los últimos tiempos y que apenas tenían valor alguno.
Nada más entrar, el cambio ya se nota..desde un adiovisual en plan anuncio que da la bienvenida, una biblioteca en la planta superior, salas de conferencias, un café…huele a moderno. Una cosa que realmente impresiona y gusta, por lo menos a mi, es la simbiosis entre lo viejo y lo nuevo..un espacio que funde dos estilos muy diferentes pero que casan perfectamente en el nuevo museo.
Recorriendo sus estancias, las nuevas ocupadas por una exposición llamada «6.000 millones de otros», se llega al claustro, renovado, limpio, atrayente..con sus estelas de toda la vida evocando parte de nuestro pasado. Y al fondo, la iglesia, con los lienzos de Sert y un fantástico audiovisual que recorre la vida del museo, su historia..y con él, la de la ciudad. Poco a poco se van mostrando las escenas del pintor que retrató la épica del pueblo vasco..y, oh maravilla…se descubren gracias a la técnica las pinturas del abside, en base a los restos que pudieron recuperarse en todo el proceso..
En fin…qué ganas de que todo se asiente, de que la actividad cultural y expositiva fluya por el museo, que la gente se adueñe de sus espacios, que crezca la vegetación en esa espectacular fachada que asemeja las rocas del paseo nuevo..Vuelve San Telmo a la vida. Larga vida a San Telmo.