Es uno de esos lugares que parecen «de toda la vida». Lo cierto es que su creación fue fruto del Ensanche Cortázar que se desarrollo tras el derribo de las murallas. Lleva su nombre, dedicado a la ciudad vecina, desde el año 1891. Es una denominación de las veteranas, por tanto.
Uno de los elementos que hicieron famosa la plaza fue el café Guipuzcoa, que en la foto antigua se identifica por la marquesina. Estaba en la confluencia con la calle Alfonso VIII, en lo que luego fue el edificio de la Cámara de la Propiedad. Entonces, la circulación era mínima y la plaza tenía casi un toque parisino.
En esta otra imagen ya se observa más tráfico, pero de carros tirados por bueyes y caballos. La plaza sigue despejada y sólo en su parte central luce una farola. Al fondo, tras el puente, se observa la estación y lo que popularmente se denominó «puerta de Brandenburgo», hoy retirada por las obras de la estación de autobuses.
Hemos avanzado en el tiempo y se sigue manteniendo el café Guipúzcoa. Se observan otros comercios, de clara influencia francesa como ese otro café llamado «Maison Dorée», junto a la tienda de electricidad Romero y un estanco, donde ahora está el bar Amazonas. Sigue la farola presidiendo la plaza, atravesada por las vías del tranvía que recorría la calle Getaria.
Esta foto tampoco tiene demasiados años. Yo la he conocido así, con tráfico y zonas de aparcamiento para vehículos. En la mitad ya existía la fuente que hoy, todavía, perdura.
Poco después se llevó a cabo una reforma completa de la zona, resultando una plaza peatonal, con tráfico sólo a través de la calle Prim y siendo origen del primer gran eje peatonal de la ciudad, que alcanza el Boulevard tras recorrer las calles Getaria, Txurruka, Plaza Gipuzkoa y Elkano.
Hoy en día es un lugar muy tranquilo en el que poder sentarse en una terraza a tomar un café (ya no es el café Guipúzcoa..), comprar un libro o, sencillamente, pasear en busca de un nuevo destino donostiarra.